(Por Jose M. Ferro)
Uno escribe en
los momentos en los que hierve la sangre. Pues así estoy yo. Os quiero acercar
un par de reflexiones, nada novedosas por cierto, de las que allá por el
segundo párrafo ya tendréis cuenta y podréis abandonar el texto si me pongo
pesado.
Ayer me llegaban unas
fotos a travös del Whatsapp en las que mi primo Daniel (gracias Dani) me transmitía como un fuego
asomaba por la falda trasera de la montaña. Poco mas tarde en facebook veía
como otra prima mía colgaba una foto en la que esta vez ya se veían llamas
cercanas, y por ultimo, ya por la noche, pude ver la foto en la que las llamas prácticamente
se comían la cámara. Es, o era, mi pueblo. Es la señal del final del invierno. Llega
el fuego arrasador de todos los años. No hay cabida para la rabia. Desde
siempre, para mi, esta desgracia perpetua solo es comparable a la desaparición
de un ser querido. Con el agravante de la intención. El azar ha hecho que haya
terminado hace unos días la novela "gracias por el fuego". Maravilloso
Benedetti, como siempre. El protagonista termina quitándose la vida. Como si
fuese una alegoría lo he visto. Con el fuego nos quitamos la vida. Y así desde
seculum seculorum. Pronto no habrá madera, y aquella pegatina que promocionaba
Galicia como "la esquina verde" pertenecerá a mejores tiempos, en los
que la locura, la estulticia y el hijoputismo todavía no habían invadido la psique.
Por que es que el fuego, como siempre, es provocado. Siempre me vienen a la
mente aquellas palabras en la introducción de "Galicia, Galicia", de
Manuel Rivas, en las que como prologo a un relato particular de la reciente historia
política Gallega, apuntaba acertadamente que el gallego no es un pueblo
conservador a pesar de lo que apuntan las urnas, ya que conservador es aquel
que conserva y mantiene lo que tiene, fruto de un apego a su cultura, tradición
y situación en el mundo. Esta no es claramente la situación de los que salen bidón
de gasolina en mano a provocar estas desgracias. Evidentemente no quiero
generalizar aunque lo parezca. Solo son unos pocos. Pero parece que nos pueden.
Asco vomitivo que provoca las arcadas mas profundas me da pensar que entre las
que debería considerar mis gentes, aunque solo sea por gentilicio del lenguaje,
se encuentran no pocos que tienen el valor de quemar plantas, árboles y montes.
Mi escasa memoria no me impide recordar cuando de pequeño vi por primera vez
arder el monte de mi pueblo. Esas llamaradas de treinta metros que se agitaban
violentamente devorándolo todo y empujaban sacudidas de aire hirviendo hacia la
cara que tenias que retirar inmediatamente cerrando los ojos en un reflejo. Volvías
la cabeza y a seguir con aquellos rudimentarios inventos hechos con ramas de
retama a golpear sin cansancio el suelo para evitar que las llamas avanzasen. El
sudor a borbotones. Tenias que vestirte con varios jerseys y las botas para
aguantar el calor. Y aquel sonido del fuego, crujía, continuo rompedor,
desintegrador revelador de la fragilidad de las plantas y árboles. Parecían
quejarse en un suspiro continuo, terrorífico, desconsolador. Las plantas de los pies ardian. Nunca he dejado
de imaginarme a estos individuos incendiarios siendo arrojados a ese fuego y
escuchar como arden con ese mismo crujido, con ese mismo calor abrasándoles la
piel hasta oler a chamusquina de carne de cerdo. La inquisición del fuego hacia
falta aquí de nuevo. A la hoguera con ellos.
Mientras tanto el
pueblo que era verde, es negro. El árbol que daba sombra, ya no la da. El
bosque en el que jugábamos ya no está. Los árboles que nacían y asomaban para
reemplazar a sus mayores, han sido arrasados. Madera no habrá. El suelo no se fijará.
Las lluvias lo arrastrarán. Los árboles lo tendrán mas difícil para volver. El
granito asomará en la cumbres. Las montañas se desnudaran. Un poco mas. Preferirán
el color gris oscuro de la roca, al verde vegetal intenso para vestirse. Los paramos sin
vegetación sustituirán a los bosques de antaño. Primero sobre el terreno, luego
en la memoria. Algún día nunca habrá habido tal Galicia verde. Nunca. Quien se acordará.
Volverán las golondrinas, que decía Becquer, cada vez menos.
Y ayer, lo que
son las cosas, me explicaba un enólogo promocionando Ribera de Duero en
Alemania que en España no hay madera, que pagan entre 600 y 1500 euros a los
franceses por cada barrica de roble. El roble se acabo allá cuando hicimos la
armada, a la postre no tan invencible. Así están las cosas. Y así seguimos,
desde hace 500 años. En Francia se obliga a plantar dos robles por cada uno
que desaparece. En fin.
Al mismo tiempo
alguien rebota en facebook un mensaje de Arturo Pérez Reverte. Es una
declaración en la que se pide la adhesión firmada para reclamar a nuestros
gobernantes una serie de medidas, que vienen a resumirse en que dejen de
prevaricar, que tengan mas vergüenza, no roben. Reclamando una especie de "
a las barricadas" del pueblo. Se puede esperar una acción de barricadas
responsable, motivada, organizada de un pueblo que cuenta entre sus filas a no poca gentuza con una lata de gasolina y un mechero bajo el brazo dispuestos a quemar lo que sea? Lo dudo.
Decía Einstein
que no debemos pretender que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. Que
la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque
la crisis trae progresos. A ver si es verdad y esta crisis personal de valores (que
es la mas importante de las crisis) trae de una vez un despertar.
El ultimo mensaje de Dani en facebook: "Esta todo arrasado. Todo!!!!"
Me quedo con la misma sensación que deben tener los que ven que un
terrorista le roba la vida de un ser cercano. Rabia, impunidad. En el rural los
árboles son tu casa. Te han quemado la casa y se han quedado tan anchos. No pasa nada. No habrá ninguna revolución,
ninguna acción violenta. Si, reclamo violencia. Violencia explicita contra
estos terroristas incendiarios. Si, son terroristas. Deben ser extirpados de la
sociedad. Como sea. Lapidados, quemados vivos. Torturados hasta que el cansancio
y el dolor los desarme. Asfixiados en su humo. Muertos por sus llamas. Quemados
lentamente. Incendiarios terroristas que causan terror al llevar las llamas a
la puerta de tu casa y a la de tus mas cercanos. Son tan terroristas como esos
otros de los que tanto se habla. Siempre impunes, siempre libres. Siempre al acecho.
Queman el futuro. El de todos. Acaban con la naturaleza de la que dependemos. Hijos
de la gran puta. Ojala el infierno os tenga reservadas llamas como las que habéis
causado.
Y quien se
acordara ahora de los árboles en este tiempo de crisis? Solo estamos en Marzo. Todavía
estamos en Marzo. Mis montes de toda la vida, descansen en Paz. Los castaños centenarios,
descansen en paz. Aquel verde frondoso, descanse en paz. El Souto de las castanhas, descance en paz.